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miércoles, 6 de marzo de 2019

Cine

Zodiac. De David Fincher. 2007. Un triller de más de dos horas que no te deja respirar. Los sientes todo el tiempo con un giro inesperado. Compartes al igual que los protagonistas la verdad y la injusticia de no contar con las pruebas necesarias para ver a alguien procesado y condenado por el delito. Algo parecido pasa con el Fiscal actual de nuestro país. Corrupto que no más, pero ¿quién tiene pruebas?

Por sus propios ojos. Liliana Paolinelli, 2008. El relato le cuenta al espectador que la protagonista caerá en el deseo de un personaje secundario. Acompañamos a la protagonista en el descenso de este deseo con un malestar que tensiona el pecho del espectador. Te dan ganas de salir de la sala porque el al final se vuelve repugnante y lo vives en tu carne. Es un poco asfixiante. Buena por el efecto emocional que provoca en el cuerpo del espectador.

La perdición de los hombres. Arturo Ripstein. 2000. Cine intelectual, cine de autor. Exige al espectador mientras le muestra el contexto de la historia. Al final la muerte es un poco absurda. Es un trabajo colectivo y coral de actores. En blanco y negro, al igual que algunos domingos en la Cinemateca Distrital de Bogotá. Matar, cantar, bailar, profanar al muerto, besarlo, insultarlo. Todo parece converger en el otro. No como celebración sino como desprecio de si mismos.

La Calle de la amargura. Arturo Ripstein. 2015. Continua el blanco y negro. El sexo como mercado en una sociedad pobre y del deporte de lucha libre en la ciudad de México. Los avatares, sufrimientos parecen marcar el cuerpo de las mujeres. Sus mejores clientes las llevan a la prisión. Pero son esos diálogos entre ellas los que evidencian solidaridad, envidia y un querer no correspondido en la familia o la pareja. Es un dulce sin sabor. A veces los espacios nos moldean, dibujan nuestras ideas y vivencias.

Gémenis. Albertina Carri. 2005. La familia se muestra con conflictos que descolocan a la madre. La violación de padres a hijas parecen ocurrir en la familia de la empleada de servicio doméstico o en el caso de una amiga, a quien el esposo traicionó con una estudiante en su propia casa. Pero el conflicto real es el incesto. Dos hermanos son amantes sexuales. El deseo los desborda. Esto lleva a la muerte de la madre y una cicatriz en la cara de uno de los hijos. Parece una familia que se desborda en todo sentido, dinero, fiestas, relaciones, conflictos. El campo o la casa en la finca es el escenario detonante. La yegua como aquello indomable. El padre parece interesado en mirar el cielo y los aviones que cruzan el firmamento. Es un espectador ausente. Hay que seguir a esta directora que promete con Las Hijas del fuego (2018), una película que subvierte la pornografía.

Los abrazos del río. 2010. Nicolás Rincón Gillen. Un magnífico documental. Hombres y mujeres cuentan cómo vieron cuerpos correr o miembros del cuerpo viajar en el río, sin nombre y sin duelo. Una señora hizo un diario con las descripciones de estos cuerpos. Estas muertes están acompañadas del mito del mohán, de las habilidades para pescar, nadar y vivir en el río. Ser caimán. Dormir y vivir en el agua. Esto en las estribaciones del río Magdalena, en la zona de Barrancabermeja, Puerto Wilches, San Pablo, Yondó. Poblaciones muy azotadas por la violencia paramilitar, del Estado y de las guerrillas.

En lo escondido. 2007. Nicolás Rincón Gillen. Un documental sobre el caso de un desplazamiento y la violencia en Colombia. Una mujer hila su historia con el demonio que quiere una joven virgen para su deleite. El demonio y las brujas abrazan el relato. Las imágenes del campo, la neblina, las plantas de plátano y café y la casa nos enmarcan en un sitio que tiene vida hoy, y que alguna vez vivió una escena de la diáspora, del destierro. Pero vuelve a esa tierra porque es la que sostiene su mundo. Esa tierra le da sentido a su vida. No solo económico, sino también simbólico, cultural, ambiental, social, etc. Es allí donde se recuerda y se construyen otras historias. Se cocina la vida en San Juan.

Hoy partido a las tres. Clarisa Navas. 2017. Una delicia de partido de fútbol. Un barrio pobre de Corrientes, Argentina. Un domingo en la tarde. Una campaña electoral. Jóvenes adolescentes quieren competir, jugar, hablar, pelear, tocar, besar e insinuar sensualidad disruptiva, mojar el barro de lesbianismo, heterosexualidad o diversidad sexual. ¡¿Cebolla o zanahoria?! Cualquiera con la excusa de tener el control y poder del balón para anotar goles al equipo contrario. Es una belleza en la cual documental se confunde con ficción. Es una belleza que muestra con sutiliza la sexualidad lesbiana. Mujeres que se gustan. Debajo de sacos o miradas se coquetean o se dan carias. Llueve. Llueve en el suelo polvoriento. Logran jugar la vida.

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