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lunes, 24 de agosto de 2020

Romance Family

 Es la última película de Warner Herzog, exhibida en el 2020 por la plataforma de mubi. Es sobre una empresa que se dedica a prestar servicios como acompañante de alguien mediante actores y actrices que fingen un rol que satisface los deseos de tener un padre, un amigo, un amante, una disculpa con el jefe o volver a ser feliz por un premio de lotería. La historia ocurre en Japón, en el siglo XXI, en una sociedad hiperconectada que ya no tiene vínculos afectivos presenciales y el sentimiento de soledad es mayor. Como si fuera un documental pero es un relato hecho ficción. 

En Romance Family se prestan servicios de la compañía de un padre para una chica que no tuvo padre. Él actúa muy bien, hacen paseos, se hacen fotos, van a comer helado y a un mirador. Sus vidas empiezan a compartirse con intimidad a medida que aumentan los encuentros, nacen vínculos afectivos por la necesidad de la compañía del otro. Por lo que el padre sustituto se ve envuelto en una familia que lo quiere como padre y esposo y no tiene más salida que suspender sus servicios del rol de padre. 

La película evidencia la magia de la mentira que en algún momento se vuelve verdad para el que desea que ese otro sí sea lo que se desea, así para el otro sea un trabajo. Este trabajo tiene muchos dilemas sobre hasta dónde van los vínculos afectivos cuando se prestan los servicios de acompañante de forma frecuente. Pero son precisamente los desafíos cotidianos, que se manifiestan en el relaciones sociales cuando se dan cara a cara, lo que se quiere volver a vivir. Es la posibilidad de aliviar ese sentimiento de soledad, cumplir ese deseo de contar con alguien para salir de un problema laboral o volver a vivir alguna situación de felicidad. Las relaciones humanas dan la posibilidad de verse y sentirse como seres complejos, necesitan del otro por más avanzada sea la sociedad en tecnología. Podrá haber robots en la recepción de un hotel, pero la comunicación directa entre los humanos será irremplazable. 

Wanda

Wanda es una película escrita, dirigida, producida y actuada por Barbara Loden, exhibida en 1971. La historia es sobre una mujer sin rumbo que no encaja en el rol de ama de casa y trabajadora. Wanda, de unos 35 años, se divorcia de su esposo, pierde la custodia de sus hijos e hijas y la despiden del trabajo. Se aventura por una vida errante porque su vida ya no tiene sentido. 

Wanda se va con un hombre que le habla en un restaurante, la lleva en el auto y le da de comer. No hay horizonte. Se mira en el espejo roto de un bar y todavía queda algo de ella. Es un personaje contradictorio, anomia, frágil, débil, duro, silencioso, no se queja, desafiante aunque dependiente emocionalmente y sumiso. Por ejemplo, se deja maltratar por el hombre que le da una hamburguesa, no hay reclamos. Este hombre es un ladrón que deja que lo acompañe. No se deja violar de un hombre mientras se enfrenta en silencio a la pérdida de su compañero ladrón. Pero sigue buscando a alguien en un bar, un trago, una invitación y un sandwich para pasar el hambre.

Su deseo y autodeterminación en medio de un rumbo perdido encuentra sublimación al encontrarse a sí misma como alguien, así no sea útil para la sociedad estadounidense de los años 70. Wanda no se acomoda a la familia, a ser la vecina, la amiga sino a la vida hilarante del azar. Es una mujer sin normas que se sale de la sociedad capitalista, del patriarcado. 

Esta historia nace de un artículo de un periódico, el cual dice que una mujer le agradece al juez por dejarla en la cárcel. El guion, primero, fue elaborado por Elia Kazan, esposo de Barbara Loden. Ella se apropia del guion y lo reescribe, y durante las siete semanas de rodaje sigue cambiando. Fue la única película de Barbara Loden, la cual ganó el premio a mejor película extrajera en el Festival de Venecia. Hizo  más guiones pero no consiguió el dinero para hacer las películas.