Buscar este blog

domingo, 28 de abril de 2019

Lector

Casi nunca escribo pensando en el lector. Pero debería hacerlo. Pero la escritura me sucede o me nace de mí para mí. Aunque no me avergüenzo de los errores de redacción y ortográficos, es más un ejercicio pusilánime que ventilo a los demás sin ningún pudor.

Este blog parece dejar de repetirse, en el sentido, de dejar de escribir. Una buena noticia es que estoy escribiendo más a mano en mi diario personal. Hago dibujos y escribo bobadas. Solo tienen sentido para mi. Ya lo he reflexionado en otra ocasión, diciendo que hablo con otro yo, siendo yo. Había dicho la palabra desdoblamiento.

No quiero tampoco dejar de escribir aquí porque ha sido un ejercicio de aprendizaje. Ha sido enriquecedor saberme aprendiz en la repetición. Mis ídolas Aniko Villalba o Lynda Barry me inspiran. Esta semana me encontré con la profe Juana. La adoro. Ella es mi ejemplo a seguir. Creo que ella es más importante para mi que yo para ella. Dijo que era su estudiante favorita. No esperaba volver a verla, pero en el momento inesperado surgió con su ironía y me invitó a una conferencia.

Aunque los días transcurren con una vida pasmada me hallo sin brújula, sin norte o sin frontera. Ya no sé qué hacer con mi vida. Ayer volví a cine. Ese pasatiempo logra abstraerme o sacarme de la cotidianidad. En ese instante estoy imbuida por la historia. Y saber que Aniko logró apagar el teléfono, el computador y está leyendo de dos a cuatro libros por semana me sorprende y me reta.

Esta semana asistí a la presentación de un libro sobre una empleada doméstica. Pensé en no comprarlo porque debo minimizar al máximo mis gastos. Pero los libros me han llevado darme unos lujosos. Aunque no he leído los libros que compré, he disfrutado algunos cuentos y poemas. Eso ya es suficiente para mi.

El libro "Las brisas" es sobre una empleada doméstica que narra a su patrona la vida de madre con sus cinco maridos. Ocurre en el campo colombiano. Se menciona a Chiquinquirá, Bogotá. Pero pregunté dónde son Las brisas y la autora respondió que era cualquier lugar que no fuera frío. Ese dato me pareció raro. Lo compré porque me sedujo la idea de que podría ser la historia de mi vida. Mi vida de empleada doméstica. Rosa fue empleada doméstica en Bogotá. No me gusta la palabra que objetualiza a la empleada como un objeto más y la pone en una relación jerárquica con quienes la contratan, se les dice patrona, patronos, dueños. Esas palabras me molestan pero son usadas en el lenguaje cotidiano. Me molestan cuando se dice, su patrona le dijo tal cosa... su empleada le llevó el té.. etc. Su escritura me parece impostada, falsa, pero la historia es potente. Debe ser que me molesta su lenguaje que no es fiel a la manera de hablar en el campo, no siento las palabras de este lugar. Lo siento falso, no sé porqué.

Vi la película Coriolanus sobre una adaptación de Hamlet. No he leído el libro. Su guión era de diálogos teatrales. Era teatro cinematográfico. Las primeras escenas no las aguanté. Me tapaba los ojos. Su color gris para crear bruma o desolación ambientaban la guerra. La política parece ser lo más inmoral y antiético. Se traiciona así misma la democracia en la solapa de un interés particular que se vende como nación, patria, etc. Hay dos enemigos, que luego son aliados y al final el uno da muerte al otro. Las relaciones humanas y la democracia son cambiantes. La vida perece ante la traición y el perdón. Es dirigida y actuada por Ralph Fiennes. Su actuación es magistral. Como siempre, la guerra es absurda.

sábado, 13 de abril de 2019

Turba

Hoy -13 de abril de 2019- vi espeluznante cómo golpeaban a un chico en la calle porque lo señalaban de haberse robado algo. Le dieron palazos, puños, patadas. Lo tiraron de la ropa. Lo golpearon. Le gritaban cosas horribles.

El gritó:

¡PIDO MIL DISCULPAS! Fue mi hermano.

Pero la turba de gente enardecida quería matarlo.

Grité por la ventana que el chico tenía derechos humanos. No podemos tomarnos la justicia por nuestra cuenta.

Me dio tanta lástima y pesar cuando el chico pidió disculpas. Sentí que era injusto cómo lo trataba la gente. No nos medimos. Somos lo que odiamos o repudiamos. Perdonamos a políticos que matan a cientos o miles de pobres con la guerra, robos, y políticas malas de salud y educación, muchos impuestos. Pero un joven que se ha robado un celular, una cartera lo queremos eliminar, linchar.

¡Yo te pido mil disculpas, chico!
Ya el pueblo te maltrató y te dio una golpiza, humillación y violencia. Es decir, mis disculpas son tontas. El mal que hizo el pueblo contigo está hecho. Espero que no te vuelvas inhumano. Deseo que sanen rápido tus heridas -físicas y emocionales-.