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viernes, 29 de marzo de 2019

El otro lado de la esperanza

Es una pelícila de Aki Kaurismäki, estrenada en el 2017 en Canes. Es una bella película. La gente se ríe de las escenas cuando los personajes no hacen gestos de asombro o reaccionan corporalmente ante situaciones en la que las personas pelearían o se alegrarían. Parecen dos historias paralelas que se encuentran en la mitad. Un hombre deja su esposa y un sirio pide asilo político en Filandia. Un restaurante es el escenario de encuentro. Allí todos aportan ideas para que el negocio sea rentable. La escena inicial del Sirio lleno de carbón, quien se baña mientras el agua negra se va por el sifón, me recordó la escena de psicosis cuando el agua también se va por el sifón. El Estado parece indolente y son la música, los cigarrillos y la gente solidaria la que salva esta humanidad. Excelente música de bluss y jazz es la banda sonora. Los bares no pueden faltar. El alcohol como la droga más legal y legítima del mundo entero permite reconfortar el alma. La maldad siempre va a existir pero la solidaridad puede cambiar un momento de alguien. El jueves por la mañana vi a varios Venozolanos, a las 7 de la mañana, levantando su plástico, cobija o colchoneta. Los estaban doblando en el parkway. Era un grupo de 6 personas -puede que esté equivocada-. Yo gasto unos 800 dolores mensuales viviendo en Bogotá. Uno de ellos se estaba tomando un café caliente. Es increíble cómo el ser humano desafía su humanidad y se reta a viajar y vivir en lugares bonitos pero que no pueden ser cómodos o amigables para las personas pobres o sin ingresos económicos. Casi siempre me quedo en la superficie de la película, así que vaya y vea esta excelente película en cine. Es una experiencia cinéfila que se vive increíble en pantalla gigante.

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