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jueves, 21 de marzo de 2019

Hermano

Adiós. Se me parte el alma. Siento que se me desprende. Me quisiste. Te dije que una vez una deja de compartir con la persona, se deja de sentir cualquier sentimiento: cariño, odio, admiración, venganza, envidia, comprensión, bondad, resentimiento. El tiempo y la separación hace que nos olvidemos de las personas. Lo realmente valioso es compartir. Te quiero. Te dije que no te llamaría porque no suelo llamar a nadie. No sé porqué no lo hago. Dejadez puede ser. Ser tacaña. O no sé. Realmente valoro el compartir físicamente o de cuerpo presente el uno con el otro.

Te llevaste toda la ropa deshilachada y vieja. La sudadera es lo único nuevo que llevas a casa. Te fuiste con la maleta rota. Dejaste lo más preciado: los libros de literatura. Ya mi hermano Samuel te había expulsado del apartamento, cuando sacó tu ropa, tu cama, tu cuadro, tus papeles, tus gafas, tus números de correr.

Ruedan las lágrimas. Te traje a la universidad cuando tenías 10 años. Esta noche me dijiste que montaste en una cicla y que todos los senderos te parecían iguales. Recordé que te deslizaste en el cuarto piso de Aulas de Ciencias Humanas. Vomitaron toda la noche. Vieron la vaca con la ostomía o un plato en la barriga. Te sembré con intención que vieras las universidad para que te enamoraras de ella. Me dijiste que lo lograste y hoy eres químico.  Me compartiste tus experiencias y conocimientos sobre la química: la química en la cocina, hongos, experiencias personales de los profesores de química -la profesora de capa roja, el profesor de matemáticas, el profesor de polímeros, etc.-. Amaste correr y correr.

Leíste muchos libros y viste muchas películas. Aprendiste a cocinar y hoy te siente orgulloso por ello. Cocinas muy bien. Dijiste que sabes lavar el baño muy bien, con el cepillo de dientes. Te moldeé a mi manera. Llegué a influir tanto en ti, que ahora me siento como si me hubiera perdido en tu querer. Sé que te estoy idealizando. A veces no me hablabas cuando te molestabas. Me dijiste que en ocasiones hay que dejar de ser hermano, hermana madre o padre, según un cuento que leíste de Daniel Ferreira. Me trajiste libros para que leyera y me convenciste diciéndome que era la historia de mi vida. Te enseñé el amor por el cine y los libros y ahora tú me llevas a los libros y excelentes películas y programas de cine.

Fuimos al nevado. Fuimos a comer helado muchas veces. Me relacionaste con tus amigos y amigas. Traíamos el mercado los domingos. Vimos más de 1.000 películas -exagerando- en el centro. Soñamos con construir un cine en el pueblo y pasar películas todos los días a las 6 pm. Soñamos con enseñar o compartir el conocimiento sobre teatro, atletismo y lectura con nuestros coterráneos.

Te dije -llorando- que te quería. Me dijiste que no llorara y te vi aguado los ojos. Te deseo lo mejor. Deseo que sigas siendo buena persona: asequible, amable, sencillo, se deja querer, bondadoso, que no le deba a nadie dinero, justo, honesto, amante del deporte y de los libros y el cine. Cambiarás porque las experiencias de la vida nos cambian.

No me juzgaste cuando estaba deprimida, llorando o triste. Me halabas de los pies y me sacabas de la cama: ¡vamos hermana, vamos, salgamos! Me convenciste de que era mejor salir a la calle y distraernos viendo cine. Las últimas palabras que te dije hoy es que no vale la pena ser esclavo de un trabajo. Sé que soy muy perezosa o lochuda. Solo tenemos una vida para vivir. Y lo que vale la pena es ser modesto, comer muchos helados, leer libros, ir a cine, ser solidario, colaborador, tener humanidad por el otro y tener muchas amistades para alimentar los afectos, el sostén de los afectos.

Cumplí 38 años viéndote más flaco, acabado, una excelente persona. Corriste de manera elegante y me dejaste tu frescura y tranquilidad. Hoy te comiste la sopa. Llevaste unas frutas y un libro. No llevaste la ruana. Gracias a la vida por darme la fortuna de tener un hermano tan querido y adorado. Cuando era pequeño le decía que era mi hermanito querido del alma. Te aprendí a decir hermano porque un día me dijiste hermana porque sonaba más duro. Aprendí el cariño de decir hermano.

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