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viernes, 3 de mayo de 2019

Reflexiones

Mi trabajo me ha jodido la cabeza múltiples veces. A veces me siento mal. Siento que he traicionado la misión y la visón de la universidad que me formó. No me excusaré en que eso era lo que tenía para comer porque tomé la decisión de aceptar esos trabajos. Ni me excusaré diciendo que hice bien mi trabajo porque la repercusión de este en los sujetos y sujetas pudo haberlos afectado de alguna manera. En esos trabajos he ocultado información a las personas, se ha acomodado la información según el público. En otro trabajo el dinero fue para la empresa y a la población no le quedó nada. A veces el dinero se queda en estudios. Meros estudios.

Ayer hicieron un concierto para la comunidad y nadie fue. Pero apoyaron a los músicos locales y movieron la economía local con la contratación de empresas de logística.

Una excompañera aparece en un video diciendo que aprendió la capacidad de escucha, tolerancia y de sentir el sufrimiento del otro. Me pregunto ¿la escucha tiene capacidad de agencia? Puede que sí o puede que no. La profesora M. V. en la maestría decía que nuestra intervención era muy limitada por no decir que no tenía fundamento o razón de ser. Que qué era eso de la escucha sino se hacen efectivos los derechos ciudadanos que reclama la población. Pareciera que nuestra intervención es el ejercicio de la impotencia y de una pared insoslayable de sordera.

Fui a una entidad a pedir un documento y pedí que agilizaran el trámite o que me ayudaran con un trabajo. Dije que podía hacer trabajo de oficina porque fui administrativa, trabajo de cuidado porque fui empleada doméstica, auxiliar de enfermería, cuidé casas, cuidé niños y niñas, repartí volantes, hice llamadas, patiné en un restaurante llevando y trayendo platos, organicé archivos, hice logística, cotizaciones, compré pasajes, mandados, etc. He tenido múltiples trabajos en la vida.

La chica ni si quiera me escuchó. Me ignoró como una mula. Pareciera que soy una bestia. Suplicar a los indolentes no tiene sentido. La escucha si tiene capacidad de agencia y es sentirse reconocido en el otro como ser humano. Ni si quiera me tiró una palabra de aliento o comprensión. Se limitó a decirme que cada papel iba por separado. Parece una organización inmodificable, inmutable.  Como dice Fernando Araujo, el mal más grave que le han hecho a Colombia es decirnos y repetirnos que nada puede cambiar. A veces llorar o rogar a otro no vale la pena sino desprecio.

Aclaro, que la escucha que es reconocida por el interlocutor es limitada y solo alivia la mente porque cuando la restitución de derechos ciudadanos no da espera, es necesaria  y debe hacerse de inmediato. Pero realmente no hay ciudadanía en un país como Colombia para la clase social baja o pobres, especialmente la rural o de la periferia de la ciudades, migrantes, viejos, viejas, indigentes, drogadictos, enfermos, personas con limitaciones físicas o mentales, niños, niñas. El dinero en este país manda la parada. Se mueve como una mafia política y de mentiras. ¡Cuánta honestidad y honradez necesita este país! Requiere una profesora en moral y étnica como mi mamá.


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