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lunes, 12 de marzo de 2018

Hermano

Cerebrito. Ruche. Chúpemelo. Te amo: ¡tu ruche! Perejil. Descachalandrado. Sucio. Esa relación que nació hace varios años querido hermano. Me reclamaste porqué no viste La Noche Herida (Nicolas Guillen, 2017).  Además estuviste con Victor Gaviria la semana pasada. Viste las películas de Kurosawa mientras yo trabajaba o dormía. Pero tú escribes mejor que yo. Sabes más de cine que yo. Viste Attenberg (Athina Rachel Tsangari, 2010). Y viste más películas de esa misma directora. Un día te llevé el libro de Clarice Lispector de la colección Señal que Cabalgamos editada por la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia -sede Bogotá-. Te leí El huevo y la gallina. Eran como las 12 del medio día. Hacía sol. Estabas con el uniforme y no sé si me prestaste atención.  Nos sentamos en el andén frente a la casa de Clarita -hoy solo existen las ruinas-. De pronto era martes o lunes, me niego a que fuera miércoles, jueves o viernes. Tenías el pelo puntiagudo mientras el culo te picaba para correr y buscar un balón y dejar a tu hermana que pretendía convertirte en un letrado. Porque ella creía que leer era ser culto, entrar al mundo negado a los pobres. Hoy en día tú eres la copia mejorada. Algún día aspiré a leer cientos de página en una semana, lo haces tú y no yo. Así que sabes más de literatura que yo. Apenas pretendo leer un libro en un año solo para distraer un rato la mente sucia de pensamientos malsanos. Como dice Hecuba ¡de qué me vale ya, ¡desventurada! Acabo de revolver un texto de Antígona con Hecuba. Mi amor infinito para ti querido hermano. Deseo que seas lo que seas, seas feliz. Te quiero ver haciendo pan y sembrando el maíz. No te puedo acompañar a esta aventura porque no me aguantaría la cantaleta de mi mamá diciéndome que con tanto estudio devolviéndome al pueblo a hacerla quedar como un rábano -por no decir un culo-. Como dijo algún día: ¡entre más estudio, más caballa! Pues no soportaría la afrenta. Tú sabrás disfrutar de tu conocimiento y de todo lo que sabes. Sabrás ganarte la vida. Puedes hacer grullas y vender. Puedes ser entrenador. Puedes ser campesino. Puedes ser agricultor. Puedes ser lector. Te quiero hermanito. Podrás ser un padre de familia y llevar a tus hijos e hijas al campo, recorrer las montañas, decir no quiero subir más, o mire bestia ese pájarito. Amas los gatos. Serás un gatuno. Le pondrás nombres salvajes y recordarás el libro de fotografía de Juan Rulfo. Un día te conté una historia y saliste a buscar el libro. No me creías que había sido fotógrafo. Olvidarás este mundo banal y vivirás la sencillez. No tendrás celular. De pronto nunca te iré a visitar. Algún día recordarás nuestras caminatas al parque y mis verduras salteadas. Comerás helado los domingos en el parque. Te emborracharás con el Sute y su guarida. Verás el profesor Melo como ejemplo a seguir porque repetía el inglés con la pronunciación del español. Sonreirás cada mañana porque despertarás temprano a ordeñar las vacas, verás las gallinas y prenderás el fogón. Volverás y te cogerás la cabeza y dirás: ¡yo si que soy guevón de la cabeza y cabezón de la culo! Se te olvidará algo. Escucharás fútbol, vallenatos, rancheras, rock, carrillera y a Edson Velandia. Y al final dirás ¡ya ni me masturbo!

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