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domingo, 25 de febrero de 2018

Pompa

Mis pensamientos cuando se verbalizan son como pompas de jabón. Son bellos pero estallan o se rompen. Es como un conjuro que no permite que se lleven a cabo. Dije que iba al FICCI. Nunca he ido al festival de cine más importante de mi país. Hoy me me siento atada a mis decisiones y debo asumirlo. Decidí trabajar en vez de ir a ver una película de Wang Bing o ver de lejos a la camaleónica Tilda Swinton.

Mi suerte está echada a la certeza. Cuánto me cuesta apostarle a la vida, así sea un segundo. Vida mía tendré que seguir con el Cine Club de los Fundadores y la Cinemateca Distrital. Una excelente película me regalaste ayer: Miss violencia. Ya la había visto y no me acordaba de ella. Y terminé con I am not your negro en la Cinemateca Distrital. No me gustó mucho, la verdad, pero aprendí del sufrimiento afroamericano en un país que los deshereda, desprecia o los convierte en parias.  Se aprende de historia. No sabía quienes eran Martin Luter King, Malcolm X y Medgar Evers. No sabía que eran del siglo XX. Paréntesis: ya quitaron la exposición que estaba allí sobre cine colombiano.

Pero deseo ver las películas de Wang Bing. No las he encontrado por internet. Parece ser alguien tan lejano solo de conseguir en preciados festivales de cine independiente. Intentaré ver lo único que hay en youtube. Pero realmente deseo ver esas niñas y niños campesinos, que están sucios y se cuidan unos a otros. La chica mayor cuida de los otros hermanitos y pelean. Eso me recuerda mi infancia, estuve llena de tizne y sucia, era desprovista pero alegre. Aunque a veces la pobreza te roba lo mágico de la vida, el cine la vuelve a llenar de estética y de sentido. Ese campo en el que habitan casas con musgo, frío, animales y niños y niñas que prendemos el fogón para cocinar una sopa de pasta.

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