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viernes, 12 de enero de 2018

Sueño y vigilia

Soñé que estaba en un aeropuerto. Le llevaba la maleta a alguien. Estaba repleto de gente. Entré en una sala. No conseguía la persona. Hice largas filas. Fui a otra sala. Luego encontré la persona y pudo viajar. Miré aviones y muchas personas. No me acuerdo de ninguna cara conocida. Desperté con un día distinto.

En este día, 12 de enero de 2018, mi mamá me llamó muy emocionada. Me contó que había dado cuatro vueltas al estadio. El martes pasado había dado tres (3) vueltas. Hoy llevó agua para hidratarse. Estaba feliz. Me sentí muy orgullosa por ella. ¡Qué bien hacer ejercicio!

Natalia me contó que a su mamá le gustaban los chontaduros. Dijo que era de Mocoa. Murió hace poco. No soy amiga de ella. Pero me contó que a ella gustaba el tinto con chontaduro. Ese era su manjar. Dijo que con el paso del tiempo siente más la ausencia de su madre. También cree que si le hubieran administrado una pastilla, que tomó la última semana de vida, hubiera podido vivir otros días. El otro día fue al hospital y sintió el deseo de ir al cuarto donde murió su mamá. Fue y estaba cerrada la puerta. Dijo que se acordará de ese lugar por siempre. Allí se fue su madre. La dejó sola. Ahora lidia con aprender a desenvolverse sola emocional y económicamente, aunque vive con una tía, siente que está sola. Era hija única. Natalia tenía una camisa a rayas masculina con cuello femenino que me gustó mucho. Le pregunté la marca y no me dijo cuál era.

Nancy me contó que el año pasado trabajó como cajera para conseguir dinero. Siempre está endeudada. Pero que le tocó hacer eso porque necesitaba dinero. También que su deseo, si tuviera dinero, es tener un jardín para párvulos o un ancianato. Me contó la historia de su tía, o un familiar que la dejaron caer y le hicieron una curación en una ceja. También me mostró una foto mientras ella decía que había bajado de peso. Quería buscar la foto de Susana, quien murió hace poco. Fue compañera de trabajo. Era brillante en el manejo con comunidades étnicas. No se dejaba engañar. Sabía cómo manejar las relaciones humanas. Que era excelente persona.

Me paré de manos. Recité antistrofa en la oficina mientras las compañeras y el compañero sacaban los ojos de la pantalla y me miraban patas arriba. Tomé mucha agua. Me tomé un tinto con un ponque.  Escribí un rato. Llamé a una ONG para ofrecerme a un voluntariado. Fabián cree que no me llamarán nunca porque este no es nuestro año. Dije que volvería a estudiar inglés. Acepté la invitación de amistad de alguien desconocido en Facebook. Ya varias personas desconocidas de otros países que publican cosas sobre cine en su perfil me han solicitado su amistad. No sé cómo me encuentran, ni porqué les interesa tenerme en su lista de amigos. Todos han sido hombres. Un brasileño, un colombiano, un inglés y ahora un estadounidense o canadiense.

No me dan ganas de escribir en mi agenda personal. Solo quiero botar palabras en esta pantalla pública. El otro día, Amalfi dijo que habían cambiado los tiempos, antes los diarios eran íntimos pero ahora son públicos en un blog. Eso me hizo sentir mal. Debe ser mi deseo de hacer público mis demonios y baluartes. Es morboso ser público sin tener privacidad alguna. ¡Qué mi importa! Ya sabe más google y Facebook de mi que yo misma.

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