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lunes, 23 de octubre de 2017

Fracaso

La palabra fracaso me llama la atención últimamente. No es por llevarle la contraria a la sociedad de éxito sino porque siento que soy un fracaso. Hace unas semanas una amiga de Facebook publicó un post con un artículo sobre un profesor que hizo una hoja de vida con sus fracasos, y, hoy en día, hace parte de una universidad muy famosa de Estados Unidos.

El sábado pasado, cuando estaba en el taller de teatro, en un juego, cuando se cae un palo se aprovecha para reconocer el error como parte del aprendizaje, dije que era un fracaso, y todo el mundo soltó la carcajada. Pero el maestro me pidió que lo dijera proyectando, que no podía decir eso en voz baja. Lo volví a decir y ya no tuvo el potencial que causó primero. Porque ¿a quién se le ocurre sentirse orgulloso del fracaso? A nadie.

Ser un perdedor o una perdedora es fútil. Y me gusta la palabra fútil y banal porque es insulso, la nada o perder el tiempo. La vida también es perder el tiempo y también es fracasar. Creo que al primero que le escuché hacer una oda al fracaso fue a Edson Velandia. Dijo que era importante y necesario fracasar. Luego descubrí que Susan Sarandon dijo que el fracaso es necesario para encontrar la propia voz.

Pero ya, alguna vez, me había permitido fracasar: en mi primer intento de aprender inglés. Fui a ver una obra de teatro y el título era como "permitido fracasar". Y yo digo que soy un fracaso porque no me hallo en lo que hago. No me importa el dinero en este momento así después este quejándome de la vida. ¿Qué me pasa? ¿Es el miedo o el fracaso? Es mejor seguir perdiendo el tiempo escribiendo algo en este blog. Es mejor fracasar escribiendo bobadas hasta aprender a escribir algo realmente serio sobre el fracaso.

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