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domingo, 9 de julio de 2017

306

A Lucas, ¡gracias 
por ser una maravilla
 inesperada de la vida!


Preámbulo

El 2 de julio de 2017, tuve varias experiencias que fueron mi primera vez. Fui a la marcha gay y a donde Doña Ceci, comí un pedazo de galleta arco iris -con marihuana-, y conocí a Lucas. Pero, a su vez, esta fue la primera marcha gay para Lucas y Alejandro; y la primera galleta psicoactiva para Alejandro.

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En la marcha gay, Anais me preguntó si era heterosexual o heteroflexible. Le respondí que heterosexual. Soltó una carcajada y dijo que yo era heteroflexible porque antes habíamos visto un chico que llevaba tetas caídas y me llamó la atención. Se veía ¡divino! Ella dijo que era muy disruptiva su corporalidad. Eso si que es feminismo porque no se enmarca en lo que conocemos biológicamente como cuerpo femenino o masculino.

Como a las 5:30 pm, del 2 de julio de 2017, nos fuimos para donde Doña Ceci -bar donde venden cerveza barata- con las chicas de la Corporación Femm. Pero antes Cristina nos dio a Alejandro y a mi, un pedazo de galleta con marihuana. En el camino, pasando frente al Crepes & Wafles de la Avenida Jiménez, comentaron sobre la situación sentimental de cada uno y una. Al respecto dije que no estaba interesada en nada ni en nadie, pero que en cualquier momento de la vida podía volver a tener sexo y/o enamorarme.

Cuando llegamos al sitio, entramos al baño y al salir, Alejandro me dijo que me mirara los ojos en el espejo. En efecto teníamos las pupilas dilatadas por la marihuana. Empezamos a reírnos por todo. No podía mantener la cara seria. Como dice la canción Atrévete de Calle 13: "Cambia esa cara de seria, esa cara de intelectual, de enciclopedia". Estábamos bobos. Yo dije que al siguiente día me dolerían los músculos de la cara por mantenerlos tensionados. Y se rieron. Trataba de ponerme seria y no podía. Parecía un juego de niños y niñas.

Alejandro me pidió que lo acompañara a la Plaza de Bolívar para ver chicos gay. Quería conseguir pareja sexual para esa noche. Salimos sin decir nada. En la puerta del bar, Leidy me preguntó para dónde iba. Le conté nuestro plan y nos despedimos. En la mitad del recorrido me llamó Anais, y preguntó dónde estábamos, le dije que en un rato regresábamos. No quería quedar mal con Cristina y Anais porque me habían invitado a tomar cerveza y me sentía comprometida con ellas. Sabía que ese agasajo costaría y lo pagaría, lo más probable, en especie.

Pero, a su vez, consideré que era mejor regresar con ellas porque estábamos con los sentidos alterados por la cerveza y la marihuana. Asimismo, no contábamos con el dinero para coger un taxi desde el centro de Bogotá, por lo que deberíamos caminar hasta Transmilenio, pero ya eran cerca de las siete y media de la noche, y sería peligroso. Además ellas estarían pendientes de nosotros y nos habían prometido llevarnos a la casa. Estaríamos protegidos. Así que regresamos al bar Doña Ceci.

Allí conocí a Lucas. Me cautivó su baile sensual. Era sexy, suave, ligero y limpio su movimiento. Técnicamente tenía coordinación, ritmo y era erótico. Se notaba que gozaba mover su cuerpo. Me dije a mi misma que, antes de que me fuera del bar, le diría que me gustaba. Vi a Lucas durante horas. Estaba en el segundo piso y yo en el primero.

Usaba una camiseta de color azul o gris claro, la cual tenía unas palabras en inglés en tres líneas, primero, "HAPPY", luego, había tres letras pero no me acuerdo de ellas, y por último, "ADVENTURES". Usaba jeans, tennis y un par de aretes topitos -pequeños. Su estatura era de 1,55 metros aproximadamente. Tenía el cabello corto. Su piel era blanca. Su labios eran carnosos. Sus ojos eran grandes con una mirada desenfada y tierna.

Subimos al segundo piso porque la rumba se veía mejor allí. Conseguimos una mesa que estaba diagonal a Lucas. Ya nos iba pasando el efecto de la marihuana. Tomamos cerveza, hablamos y bailamos. Mientras tanto, Alejandro y yo no perdíamos de vista a Lucas. Estaba con dos chicas. Una de ellas parecía su novia. Ella tenía gafas y una camisa a cuadros. La otra chica tenía el cabello crespo.

Lucas se fue a bailar con un chico que estaba en otra mesa paralela a su mesa. Luego bailó con otra chica. Luego consiguió otros amigos. Estaba ebria. Iba de una mesa a otra y regresaba con las chicas que la acompañaban. Se fue una de las chicas con la que Lucas había bailado. Me llamó la atención que ella se había ido pero regresó a despedirse de Lucas, pero se arrepintió porque vio que estaba hablando con otros chicos.

Luego Lucas trajo a sus acompañantes a la mesa cercana a la de nosotros. Hablaba y bailaba con chicos y con sus amigas o novias. Luego pasó cerca de nosotros y le dije que era muy linda. Respondió algo. Con Leidy entendimos: "lo que hace la muerte, pero el tiempo no perdona". A Leidy le impactó la frase. Fue como si su vida tuviera un tiempo perentorio. Me dio un beso en una mano. Me sacó a bailar pero me dio pena, así que Alejandro bailó con Lucas.

Después volvió a pasar y le di un beso en la mejilla. Bailamos y nos besamos. Me iba a dar su número de teléfono pero se arrepintió. Me contó que tenía una cervecería pero que era un secreto porque sus amistades querían beberse el preciado líquido gratis. También dijo que yo era historiadora, le dije que no, que era trabajadora social, y dijo "¡Ay! No. Mi mamá es trabajadora social". Dijo que una de sus amigas es "patrimonio de la humanidad". Mencionó algo de la psicología métrica y la ingeniería. Me llevó con sus amigas para que bailara con ellas pero no había feeling, ni ellas querían, ni yo tampoco.

Regresé con las chicas de la Corporación Femm. Pero Cristina se había ido con Anais y Alejandro. Así que me quedé con Leidy, Soledad y Karen. Mientras tanto las amigas de Lucas le estaban reprochando porqué había estado conmigo. Una de ellas me señaló con la mano. Luego, Lucas se fue con sus amigas. Se despidió y me dio su número de celular y registró el mío en su teléfono. Me invitó a dormir con sus amigas pero había desconfianza mutua entre ellas y yo. Así que no acepté.

Lucas llamó a las 11:45 p.m. No contesté la primera llamada. Volvió a llamar a las 11:58 p.m y sobre las 12 a.m. Dijo que fuera a su casa, a cinco cuadras del bar. Titubeé y dije que de pronto al siguiente día le enviaba un mensaje. Pero dijo enfáticamente que ¡era esa noche!, ¡no otro día! Le mencioné que no tenía dinero ni minutos para comunicarme con ella. Me envío mensajes con los datos del domicilio.

Una chica me preguntó algo cuando estaba hablado con Lucas. Cuando colgué le conté que me había invitado a su casa. Entonces, Karen, Leidy y Soledad confabularon el plan y fueron cómplices de esta aventura. Iríamos a tomar un taxi, me dejarían en la dirección señalada y me llamarían para confirmar que estaba bien. Una de ellas me dio 10 mil pesos para coger un taxi si no me dejaban entrar al lugar o tenía que salir ante alguna situación extraña.

Salimos de donde Doña Ceci pasadas las 12:30 a.m. Nos fuimos caminando hasta la calle 19 con carrera 4, porque los taxis escaseaban. Allí había un puesto ambulante de venta de pasteles. Se veían muy grasosos. Ellas se comieron los tres pasteles más grasosos que he visto en mi vida. Dijeron que estaban deliciosos. El tiempo pasaba y me iba poniendo nerviosa. Al fin tomamos un taxi que me dejó en mi destino. Ellas se fueron, pero antes esperaron a que entrara al edificio.

En el edificio había un guardia joven muy noble y amable. No habló casi. Le di los datos del domicilio y él llamó al citófono pero no contestaron. Entonces le dije que por favor me llamará un taxi, que no intentará más. También le comenté que no podía llamar de mi celular porque no tenía minutos. Entonces él llamó desde su celular a Lucas. Marcó dos veces pero no contestaron, entonces volví a insistirle que me hiciera el favor de llamar un taxi para irme. Pero él me pidió la identificación, registró mis datos personales en el libro de visitantes y me dejó pasar. Después me indicó cómo llegar al lugar.

Timbré dos veces en la puerta. Salió con sueño. Entré. Me preguntó si quería algo de comer o beber y le pedí un vaso de agua. Nos sentamos en una cama que estaba lista para que durmieran sus amigas, pero ellas se habían ido. Mencionó que sus amigas tenían miedo porque yo era una perfecta desconocida y le podía hacer daño, frente a lo cual yo también con mis acompañantes habíamos tomado las medidas de seguridad. Le conté lo que había pasado con el guardia. Lucas se había dormido porque llegué cerca de la 1:00 a.m. Había esperado una hora aproximadamente.

Comentó que en ese lugar habían cambiando la vigilancia porque habían robado un domicilio. Dijo que había un circuito cerrado de cámaras de vigilancia para proteger el lugar. Pensé en ese instante que había video cámaras en su espacio privado. Me aterró el tema de la vigilancia y estar observado. Siempre le disparó a las cámaras con mis manos porque detesto el control, las asesino simbólicamente.

Me dio un volante donde la administración del lugar informaba a sus residentes los cambios de vigilancia y la instalación de las cámaras. Mencionó que generalmente los administradores son difíciles, pero como toda regla tiene su excepción, en este lugar contaban con una administradora que era una maravilla como persona y con su gestión administrativa.

Mencionó que en ese lugar trabajaba un equipo de ocho (8) personas. Había tenido problemas para que los guardias los dejaran entrar y eso que tenían el permiso respectivo con la administración. Dijo que la vigilancia la habían cambiado por el robo y que la anterior fue terrible. Así que estuve muy de buenas porque el celador me dejó entrar, fue muy benevolente o flexible con las normas de ingreso o le di confianza.

Luego me pasó una tira de fotos que se hacen en una cabina de fotos instantáneas. Estaba con su novia. Era muy linda. Después se entusiasmó diciendo que era ñoña -intelectual o amante del conocimiento-, mientras pasó sus manos, de izquierda a derecha, por los lomos de los libros de la biblioteca. Le pregunté por dos cuadros, uno, era de un cultivo de cebada, y el otro, era sobre una mujer sentada de espaldas en un café al aire libre, la mujer estaba en una esquina del cuadro. Dijo sus autores, porqué los tenía, y que eran impresiones digitales en óleo. Mencionó que se había dejado crecer el cabello durante dos años y luego se lo cortó para donarlo a los enfermos de cáncer. Me llamó Leidy y le informé que todo estaba perfecto.

Luego, terminé el agua. Me quité los zapatos, el pantalón, el buzo y una camisa. Y me invitó a dormir. Dijo que era a dormir, dormir. Sin embargo, la distancia fue más cercana y sucedieron 306 caricias, 306 besos y 306 susurros. ¡Qué noche! El día y la noche confabularon para sentir y experimentar cuerpos en fuga. Desbordaba el placer. ¡Fue increíble! ¡Fue maravilloso!

Fue el regalo más hermoso e inesperado de la vida. Fue un rito de iniciación sexual femenina con La Quijote que fue un sueño. Las diosas Afrodita,Venus y Oshun danzaban hedonistas cuando entré en su reino. La lujuria y el placer fueron una fuerza contenida que explota y se abandona o un volcán en erupción. ¡Cuánto me gustan los desastres naturales!, por su fuerza creativa que arrasa y transforma todo a su paso.

Como la canción de Leo Dan: "Tú llegaste justo cuando menos te esperaba (...) Qué te pasa corazón... Qué cosas tiene el amor (...) Bendigo la hora en que te conocí". Recordé esta canción porque aparece en una escena de la película Los Nadie (2016) de Juan Sebastián Mesa. La Mona espera al Pipa en la puerta de la casa, mientras él hace una raya infinita de rebeldía en las calles de Medellín, a media noche; y aparecen unos viejos lanzando unos dados al parqués como si la escena dijera "Juego mi vida, cambio mi vida. De todos modos la llevo pérdida... (poema Relato de Sergio Stepansky de León De Greiff).

Volviendo a la historia, dijo que no me fuera sin que se diera cuenta porque eso era feo. Que por favor esperara y desayunaríamos. Pero no pegué el ojo. No sé. No pensaba en nada en particular. La vi dormir. Parecía una diosa, una diva, una bella durmiente o una princesa de un cuento de hadas. Volteé varias veces y se despertaba. Al final decidí irme. Se quedó en su cama con una mañana gris.

Llegué a mi casa a dormir. Dormí 2 o 3 horas. Luego nos enviamos mensajes de texto. Seguimos hablando por cuatro días más. Intercambiamos fotos de cuando estábamos con el cabello largo. Me pidió un video masturbándome. El primer intento lo grabé, aunque hice dos intentos más, realmente el tercero fue más natural e intenso pero la cámara no grabó. En el primer intento miré a la cámara. Me sentí observada. Fue incómodo.

Como dice Laura Mulvey sobre el cine clásico de Hollywood, la mirada patriarcal cosifica el cuerpo femenino en objeto de deseo pasivo, y este actúa como fetiche del placer de la mirada, generalmente masculina. De alguna manera, la cámara es un ojo vigilante, controlador. La cuestión es la relación de poder que establece quien mira, el cual se sitúa como dominador y quien está en la imagen es un sujeto pasivo o sumiso. Puede que este argumento no tenga cabida aquí porque este habla de cine y no de la cultura visual pornográfica y erótica. Para ahondar en este tema, ver el artículo ¿Qué decimos las feministas sobre la pornografía? Los orígenes de un debate de Nancy Prada (2010).

Al final me pareció que ese video no era erótico, no transmitía sensualidad, excitación o deseo sexual. Lo califiqué de aburrido y fingido. A mi no me producía nada, más bien, sentiría pena o nervios cuando Lucas lo viera.

Recuerdo que cuando Stanley Kubrick estaba en el rodaje de la película Eyes Wide Shut (1999), con Tom Cruise y Nicole Kidman, les dijo que no sabían hacer escenas eróticas, que una cosa era tener sexo erótico frente a una cámara y otra muy distinta hacerlo como los demás mortales. Les exigió tanto que la escena sale muy bien porque se repitió varias veces. También hay que decir que el sexo esta normalizado y solemos tener una idea de que está bien y que está mal, pero en general, cada persona es un mundo por descubrir o que se descubre así mismo.

Volví a verme con Lucas unos días después. Fue muy formal, elegante y acogedora. Habló sobre su trabajo y el amor de su vida. Preparó ramen y un té especial de Canadá que le regaló su novia. Dijo que lee siempre los manuales de los electrodomésticos. Después nos acostamos a dormir. Me dijo que no me enamorara de ella. Que podríamos ir en ese instante a buscar una mujer para que viviera otra experiencia sexual.

Propuso algunas tareas: 1, tener sexo con otra mujer, grabarlo y enviárselo o escribir sobre ello, con especial cuidado en los detalles; 2, leer La máquina de follar (1978) de Charles Bukwoski. Una tarea que me autoimpuse fue saber cuánto eran 34 onzas, lo cual representa 1.0055 centímetros cúbicos (cc). Aprendí que un archivo se puede eliminar definitivamente con Shiff + suprimir. Después busqué en google y hay tutoriales para recuperar archivos eliminados con este comando.

Dijo que parecía una monja, que besaba como si se fuera acabar el mundo, es decir muy acelerada. Me recomendó que no leyera la biblia porque mencionaba términos religiosos. En otro momento yo le dije que ella había sido mi conquista porque me atreví a hablarle, pero Lucas dijo que había sido ella. En fin, cada una tuvo su conquista. Lo que si es cierto es que si ella no me hubiera llamado yo no hubiera ido. También dijo que le había cautivado cómo la había mirado esa noche.

Hablamos de mucha cosas, pasábamos de un tema a otro. No había preocupación por uno solo. Al final de la jornada sentía que estaba con una amiga muy hermosa, amorosa, cariñosa y tierna, pero Lucas estaba tan cansada que le abrumaba continuar con su día. Tenía varios compromisos y el tiempo iba pasando a su ritmo. Estaba literalmente agotada, necesitaba dormir como 24 horas. Pero es una persona tan disciplinada y con un empuje que no la detiene nadie. Enfrenta la adversidad con toda la pasión para gozar la vida.

Por Aki Akcer, 9 de julio de 2017.

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