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viernes, 12 de mayo de 2017

Iron

-¿Quién le enseñó a planchar?
-Doña Brigida.
-Hum... ¿Mi mamá le enseñó?
-Pues aprendí de doña Brigida. Pero no sé. Tengo una imagen en la cabeza. Mi mamá sacaba una mesa de la pieza del queso. Luego colocaba una cobija blanca con rayas amarillas, naranja y verde sobre una mesa. Yo estaba sentada al lado mientras ella planchaba una montaña de ropa. Ella hacía esto los domingos en la tarde. Yo era pequeña. Lo hizo cuando éramos pequeños. Después la ropa fue a parar a una cuna que todavía existe llena de trapos viejos.
-Hum...
-Aunque yo creo que mi mamá también me enseñó a planchar. O mi hermana Marinela. O  no sé quién. Recuerdo haber leído en una revista cómo planchar la ropa. Yo observaba. Si. Yo aprendí observando. Aprendí planchando mi uniforme del colegio. Me gustaba plancharlo por el derecho y por el revés. Lo planchaba todos los lunes en la mañana, con un trapo, agua y un cepillo para echar el agua. Me gustaba que estuviera con los quiebres bien hechos y que no se hicieran ondas. Si tenía ondas me parecía descuidado.

Fin de la conversación.

Hoy en día todavía plancho mi ropa. A veces me da pereza. Pero a veces me gusta. Me gusta ver montañas increíbles de ropa desordenada y después queda en dos columnas. Son como edificios con varios dobleces.

También aprendí a embolar los zapatos. Me gusta. Aprendí observando a los embaladores. Me gusta que queden bonitos. A Edgar le gustaba que le embolara los zapatos. Pero no sé. Me daba pereza. Sentía que hasta los zapatos...


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