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domingo, 19 de marzo de 2017

Norte

Hace un tiempo no tengo claro de qué voy a vivir. No tengo trabajo. Y esto parece ser una constante. Ahora si el miedo que tenían mis padres -cuando yo era niña- sobre cómo viviría, se hace realidad.

No tengo confianza en las personas. Tengo inseguridad. No manejo mi centro. Soy egoísta y desdeño. Soy huraña.  La maldad habita en este ser. Cuánta maldad quisiera hacer. Me fascina la destrucción. La naturaleza devoradora es hermosa. Hablar incoherencias es un encuentro.  Yo debería ser mala de verdad. De ahí deviene una fuerza. Se cree que las personas más nobles y buena persona son asesinas en potencia. Alguna fuerza creadora tiene la maldad, como dice Werner Herzog. Recurro al mal para coger fuerzas. Si, el mal. Nunca he hablo de ti mi mal. 

Recuerdo que cuando tenía como 19 años o 20 años, le di patadas a mi hermano, Fabián. Le di tantas patadas que lo quería matar. Otra vez le restregué la ahuyama en la cara porque no se la quiso comer. Obviamente he sido mala con los más débiles. En este caso el era un niño. Quiso traer el cuchillo de la cocina y matarme pero no fue capaz. Mi mamá lo obligó a confesarse pero él no dijo este pecado. Yo tampoco nunca lo he confesado a un cura. El no me odia por eso. Debería odiarme pero hoy en día me acompaña con algunas palabras y me trae libros para leer.

También una vez peleé con Marinela, mi hermana. Estábamos regando unas mugas en el solar. Unas eran de ajos, zanahoria y cebolla cabezona. Eramos pequeñas. No sé porque peleamos pero me hice la víctima con toda la intención para que le pegaran a ella. Lo logré. Le dieron severa tanda de palo.  Estas historias de mis hermanos me recuerdan el Gran cuaderno de Agota Kristof. 

De la última vez -de maldad que recuerdo- contra un ser indefenso fue con Estrellita. Se estaba muriendo. Yo trabajaba en el ancianato.  Berta, la otra auxiliar de enfermería me gritó que fuera con una silla de ruedas. Con el despropósito más rampante tiré esa silla a una distancia de unos 30 metros y llegó justo donde estaba Berta y Estrellita. Esa tarde, con turno de medio día, Estrellita muere en mis brazos. Intenté reanimarla pero estaba sola. Creo que no supe cómo hacer el procedimiento. Ella se ahogó con vomito o broncoaspiró. Traje un balde y lo llenó de líquido negro. La dejé morir. La dejé ir. Grité. Nadie en el auxilio de Estrellita. Murió en su cama mientras mi estupidez no hallaba qué hacer.

Estos relatos son con el ánimo de coger fuerza. De habitarme de aliento. La maldad puede ser un camino creativo. He robado varias veces en un supermercado. Una vez robé una cartera de lápices en un éxito. Otra vez robé en un supermercado de Tunja. Me robé unas galletas o ponque. Salí feliz. Me sentí orgullosa porque fui capaz de hacerlo.  He robado pasajes de transmilenio delante de los policías. Una vez me hicieron devolver y pagar el pasaje. 

He hablado mal de Cámara, de Leyla, de mi padre, de Oscar y de las personas que no quiero -si pero no- y he llegado a destetar. Esa ha sido mi venganza. Destruirlas con narraciones donde soy una víctima y ellos los victimarios. Estas narraciones son muy destructivas. Pueden ser la versión que se instala en la visión de otro. Y pueden quedar para siempre en el imaginario colectivo, como una huella indeleble, de ahí lo peligroso. 

Cuánto me hace falta aprender. Pero de alguna manera las envidias, egoísmos, robos, desinterés, calumnia, desconfianza, deseo de eliminación del otro me acompañarán en la vida. Los deberé controlar leyendo, caminando, viendo películas, escribiendo estupideces como esta, etc.

Bien dice Amalfi que soy Misery (1990, dirigido por Rob Reiner), la enfermera que mata a su amor y paciente. A ella una vez para que no me jodiera más en un momento de stress le dije que le iba a pegar o la iba a matar. Yanet también me sacó de quicio y le pegué un grito o no me acuerdo que le dije. A una compañera que estaba insoportable le di una cachetada. A mi hermano, Oscar le di otra cachetada, cuando estábamos en el colegio. 

He visto videos ridículos en TEDx sobre qué hacer cuándo no sabes qué hacer. Al final este no decía nada. Unas cuantas historias sobre amigas que hacen diferentes cosas. Bueno, ya hay un camino ante mi pérdida de fe y esperanza para conseguir un trabajo. 

Haré un curso de programación de computadores y seguiré estudiando inglés, a pesar de que pierda este curso. Volveré al taller de la máscara neutra así no sea capaz de pasar de manos y fortaleceré mi centro. Este aprendizaje no es nada fácil. Se requiere mucha confianza y esa es la que no tengo, pero ahí como terca que me caracterizo algún día lo lograré. Esto puede ser mentira. Puede que no vuelva. Soy super indecisa. Estoy haciendo este curso porque Fabián me dijo que lo hiciera y porque MaE y Alexandra me dijeron que no debía ser tacaña conmigo misma.

Podría también hacer el curso de alemán si no abren convocatoria o no paso a la maestría. Aunque ya también voy abortando este camino. Me queda pasar a la convocatorio de la personería. O podría viajar a la patagonia cómo hizo Andreita. O podría no buscar más. O podría llenarme de ganas y volver a buscar trabajo. Pero ahora cómo vencer la derrota. ¿Dónde estarán mis talentos? Qué grave cuando no sé que hacer. Dibujaré con los métodos de Lynda Barry. Y seguiré caminando por la Cáracas.

Por fortuna la ansiedad no esta instalada en mi pero le tengo miedo. Y el miedo cuánto me paraliza. Ahora tengo miedo sobre cómo voy a ganarme la vida. Debo descubrir algún talento y no veo nada. Realmente he sido buena haciendo aseo. Hay una oportunidad para migrar a Canadá y trabajar allí haciendo aseo, pero antes debo aprender francés. Aunque no me darán la visa porque llevo mucho tiempo sin trabajo y ya estoy vieja para construir una familia allí. 

Dícese de familia una pareja heterosexual con hijos porque en nuestra sociedad una persona sola no puede ser una familia. Esto sería un peligro porque se regresaría al no tener soporte afectivo. No son familia los amigos, amigas, vecinos sino un ser que debes amar con deseo sexual, generalmente del sexo opuesto y con prole. Bueno, nuestra sociedad es heteropatriarcal, ni modos.

Y seguiré esperando que la vida llegué con alguna sorpresa para mi. Ya no sé dónde buscar y qué metas o desafíos grandiosos, valerosos o escandalosos ponerme. Llegará el día -como buena perezosa que soy- que tocarán a mi puerta y me dirán se mi auxiliar, ¿de qué?, no sé, pero será divertido.  O al final crearé una empresa de papel. Inventaré historias que no tengo porque siempre recurro a mi vida para contarla.  Mejor veré una película y ahí buscaré la respuesta.


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