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lunes, 13 de marzo de 2017

Laboratorio de la máscara neutra: aire y árbol

Ayer, domingo 12 de marzo de 2017, fui al taller de teatro. Otra vez mi centro falló. Pasar cayendo de manos y pararme de manos sigue siendo mi reto. Ya pude con la mosca pero mi centro no maneja mi centro. Debo aprender los textos de Ofelia y Hécubea. Hicimos varios ejercicios para adquirir memoria corporal. Me di durísimo en la espalda, cresta ilíaca y las rodillas. Tengo morados. Parece que esto es normal en trabajo de cuerpo. El rollo sigue siendo un desafío para hacerlo suave y no golpearme.

Cuando me tocó usar la máscara neutra en el árbol y aire fue chevere. Me estoy dejando llevar por la pulsión de la sensación. Fui un hurapán del parque. Vi que la semilla era alargada. Era un reto pararse, pero no sé cómo, cuando estoy en estado de máscara, logro lo que no en el trabajo de cuerpo. La semilla creció rápido, pude levantarme con fluidez y tener unas ramas grandes con sombra. Pero escuché un serrucho y no sabía qué hacer. Entró el intelecto y dañó el ejercicio. Alguien cayó y me alcanzó a golpear y pensé: debo caer. El maestro dijo que fui un árbol que se sentó.

Cuando fui aire utilizaron unas cuerdas con las cuales nos empujaban y el maestro dijo que abriéramos los brazos. Estos estímulos ayudan a traer la sensación. Sentí que era viento. Era una corriente de aire. En ocasiones fui recia, luego suave y ondulante. Me pidieron texto y fluía. Fluía. Era fluir. Fue un ejercicio maravilloso porque te conviertes en un ser liviano, muy liviano. No pesas. Incluso después de terminado el ejercicio los brazos querían seguir volando. Aleteaban suave. Mi voz fue un hilo o delgada. Además dijeron que no me había caído del escenario y había dado muchas volteretas como para vomitarse.

Luego vi a mis compañeros Daiver y Leyda ser tierra. Ellos estaban transformados o en trance, como si hubieran tomado yagé o estuvieran drogados. Eso me inquietó. Estar en estado de máscara es como estar hipnotizado. El maestro da una orden y una obedece. Decía ¡desmoronece! y se desmoronaba, ¡montaña! y se volvían montaña. Es increíble. El maestro dijo que es un trabajo consciente de las sensaciones, la memoria corporal e intelectual. Les pedía texto y lo decían con la sensación de tierra. El rostro y el cuerpo se transforma.

Por último unos compañeros hicieron la tormenta en el mar. Fue increíble. Se vio el mar rebotado y las olas chocaba. Pero el único que logro dejarse llevar por la sensación fue Pocho. Fue Poseidón. Todavía me sorprendo cómo esta máscara te hace otro u otra o el mismo o la misma pero te deja experimentar con lo primitivo, con lo que no vemos porque se nos volvió cotidiano.

Al final el maestro dijo que el curso esta estancado porque no aprendemos los textos y no nos dejamos llevar por la sensación sino que la controlamos con el pensamiento. Dijo que los jóvenes hoy en día no arriesgamos. Que cuidamos la imagen para no cagarla. Y eso hace que no aprendamos. Porque la única manera de aprender es cometiendo errores, cagándola, arriesgando. Nos invitó a dejarnos llevar por la sensación y aprendernos los putos textos que son página y media, y ha pasado un mes y nada, y esto para los actores es una vergüenza.

Hubo en la sesión un fantasma que se acercó al maestro. Lo iba a tocar pero Tatiana no lo dejo porque estaba horrorizada viendo cómo un señor naranja se acerba al maestro. Después contaron varias historias de fantasmas en el teatro. Un fantasma que cuida el Arlequin y de otros fantasmas. Le tengo miedo a los fantasmas.


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