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jueves, 30 de junio de 2016

Cirugía

Antes

El antes empezó hace 15 días, cuando me programaron la cirugía, como el 14 de junio de 2016. Avisé en el trabajo que tenía la cirugía para que me terminaran el contrato con ganas de finalizar ese suplicio laboral con la excusa perfecta. Además siendo consciente que me contrataban para ese proyecto y había cumplido los dos meses prometidos, pero que no podía finalizar por mi estado de salud. Pero decidieron dejarme contratada hasta el 31 de julio, cuando finaliza el proyecto.

Luego una amiga me comentó que tocaba tener un donante de sangre y alistarse porque podría sangrar bastante, y que revisará quién era el médico que me operaría. Pregunté si debía usar toallas de maternidad o normales. Una amiga enfermera, me dijo que llevara un pañal y toallas de maternidad. Me asusté un poco porque tenía miedo de morir desangrada. Pensé que si moría fuera sin darme cuenta. Luego me tomé un cuadro hemático donde salió la sangre con niveles bajos en hierro y eufositos. Esto incrementó mi susto. Tengo como anemia porque hace rato que no como carne por problemas con el estreñimiento y porque me aburrí de ella.

El día anterior a la cirugía, las compañeras y los compañeros de trabajo, me regalaron dos postres deliciosos. Se acercaban las seis de la tarde y ya no podía comer más. Ese día salté, y me dije mi última saltada, puedo correr y brincar y sentirme libre. Cogí un balón he hice rodillitas y me dije mi última jugada. El fin de semana había comprado las piyamas, los interiores, las toallas de baño, toallas higiénicas, y los materiales para la curación.


Durante

El día D., llegó mi mamá a las cinco (5) de la mañana. Yo quería seguir molestando y brincando. A las 6:30 a.m. aproximadamente, MaE me llamó para desearme buena suerte y fuera con fuerzas y cariño a este procedimiento. Me fui a bañar hasta las siete (7) y media.  Mi hermano Samuel me dijo que si me hacía el desayunito con cara de picardía porque sabía que no podía comer. Lo mismo hizo mi hermana cuando me mostró un mango picado, y le pregunté para quién era y dijo que para ella, y se rió irónicamente. ¡Ahí si! me ofrecía desayuno.

A las ocho (8) y media de la mañana salí con mi hermana Marinela para la Clínica Palermo. Llegamos a las nueve (9) de la mañana. Tomamos turno e hicimos el ingreso a la clínica. Fuimos al fondo a coger el ascensor para el tercer piso. Llegamos a admisiones a salas de cirugía ginecológica. Allí estaba el médico que me iba a operar, dictándole a una profesional los hallazgos de una cirugía. Dos auxiliares de enfermería me recibieron y dejaron entrar a mi hermana.

Me dieron una bata, polainas y gorro. Me dijeron que fuera al baño y me vistiera con eso y me quitará prótesis, prendas de metal, esmalte y toda la ropa. Mi hermana fue al baño y me dijo que donde estaban las chanclas, le indiqué en la maleta dónde estaban, y me dijo que me las pusiera. Le dije que no, porque para eso me dieron las polainas -son como unas babuchas de tela para los pies.

Salí con la bata, gorro y polainas y me senté en una silla mientras seguía firmando papeles de autorización. Nos dijeron las enfermeras que dejáramos todos los exámenes que tuviera sobre mi enfermedad. Después, Jennifer, una de las enfermeras me alcanzó una cobija porque vio que los pelos se me erizaron de frío y estaba temblando. Ahí duré hasta aproximadamente las 10 de la mañana.

Luego me dijeron que me despidiera de mi familiar, mi hermana Marinela. Nos despedimos y Jennifer me llevó a una camilla. Allí me preguntó que hacía. Me contó que tenía un bebé y quería estudiar una carrera profesional, pero que ella quería cuidar a su bebé y no dejarlo al cuidado de cualquier persona. Me preguntó cuánto ganaba un o una profesional de trabajo social, le dije que de cinco millones en salario hasta un millón de pesos por prestación de servicios. Ella respondió: me subiste al cielo y me bajaste estrepitosamente. Ella me canalizó la vena en la mano izquierda, cerca al dedo pulgar y la muñeca. Me empezó a doler la mano. Me ardía. Pensé que el catéter endovenoso lo habían colocado en un sitio inadecuado, en una articulación. Pero luego volvió al rato y le pregunté que me dolía y me dijo que era el medicamento, que me había colocado ciprofloxacina y otro antibiótico por orden del médico.

En aquella camilla, recostada cerca a una ventana grande vi un patio interior con ventanas, jardín, una palmera, y tres pisos abajo con sus tuberías de desagüe, las tejas rojas, ladrillos rojos, etc. La ventana cercana a mi estaba con un marco negro y tenía algunos rayones. Miré el vidrio de la ventana y vi mi cara, me reí he hice gestos. Me angustiaba un poco que fuera mi último rostro. Veía que las enfermeras, médico y jefe de enfermería -fueron hombres los de los dos turnos de salas de cirugía-, caminaban de allá para acá por un corredor amplio que conectaba con los demás espacios de salas de cirugía -sala de recuperación, preparación, quirófanos, estación de enfermería, etc.

Cuando ya me fueron a llevar al quirófano pedí que me dejaran ir al baño porque los líquidos endovenosos que me colocaron me hicieron dar ganar de orinar. Oriné bastante. Salí del baño y a la camilla directo al quirófano. Me llevaron las dos enfermeras, solo me acuerdo de Jennifer, quien tenía una cara joven y lozana, y de la otra enfermera no me acuerdo de su nombre, ella era pequeña, delgada y tenía gafas mientras que Jennifer era más alta y acuerpada.

Jennifer dijo que se entró al quirófano con una bata blanca. Me pasaron a las 10:50 a.m. Sacaron los apoyos de los brazos, amarraron mis manos a ellos y quedé como una flecha.  El anestesiólogo se presentó. Dijo que era Manuel Robayo. Me preguntó que cirugía me iban hacer. Le dije que una miomectomía por laparotomía con escisión del tumor (único o múltiple). Lugo me preguntó que otras cirugía me habían hecho. Le respondí que una safenovaricectomía. Me dijo que era una trabajadora social que manejaba bien la terminología médica. Le respondí que había sido auxiliar de enfermería. También se presentó Victoria y otra persona. Una mujer se llamaba Victoria. Una de ellas dijo que era la instrumentadora quirúrgica. Mientras pasaba todo esto, Jennifer le preguntaba al anestesiólogo cuál medicamento iba a utilizar. Sonaron las ampollas cuando las rompió. Inmediatamente sentí un mareo. El anestesiólogo me dijo que respirara profundo. Alguien dijo que el médico estaba desayunando y ya subía a operarme. La cirugía estaba programada para las 11 a.m. Quedé dormida y la última imagen fue de la máscara de oxígeno acercándose a mi boca.

Desperté en sala de recuperación, no sé si a la 1 pm o a las 2pm. Sentí que estaba operada porque las máquinas que controlan los signos vitales sonaban y los electrodos estaban pegados al pecho. Mi mano izquierda se movió y sentí un esparadrapo y era de la herida arriba del pubis. Estaba estirada como una momia. Vi que el jefe de enfermería -hombre- había cambiado, era otro, y las enfermeras también. Entraban y salían otras personas de la sala de recuperación, pacientes que ya les habían conseguido cama. Tuve cama hasta las 4 p.m. Le pregunté a la enfermera si me podía mover, me dijo que si, que me moviera de un lado al otro. Cuando me sacaron mi hermana estaba en la puerta y me vio. El camillero me llevó a un ascensor, subimos al cuarto piso a la habitación 416. Una habitación para mi sola y mis familiares.

Marinela llamó a mi mamá, quien estaba desesperada de esperar y ya quería irse. Marinela la convenció para que subiera a la habitación. Pase de la camilla a la cama ayudándome de los tobillos y los codos. La cama fue muy incomoda. Mi hermana me dijo que me habían sacado varios miomas y uno gigante. Le pedí a mi mamá que me leyera un poco y rodara mi carrito sobre la cama, teniendo cuidado de la herida.Tuve nauseas y malestar general. Mi comida fue un caldito con sabor a carne y espinacas, y una gelatina. Vomité todo. A ella le gustó jugar con mi carrito. No pude ver televisión porque sentía que hacía esfuerzo. Mi hermano se quedo esa noche acompañarme. Él sabía manipularme bien y subirme en la cama con mecánica corporal. Esa tarde hablé por teléfono con tres compañeras de la oficina, Aleja, mi papá y Yebrail. Les conté lo que había pasado.

Foto tomada por Marinela Niño con el celular.

En el cambio de turno de enfermeras, una de ellas me preguntó que me habían hecho, y dijo que si ya me habían ordenado quimioterapia, le dijimos con mi hermano que no, pero que no sabíamos si me iban a ordenar ese procedimiento. Me preguntó porqué tenía el cabello corto, le dije que me daba pereza peinarme y por eso me lo corté. Una de las enfermeras, comentó que si yo fuera hombre ya me había cortado otra cosa, dio entender que me hubiera cortado el pené. Les dio risa por el doble sentido y se fueron. Después entraban las enfermeras y tomaban signos vitales, al ingresar al turno y antes de salir de él. Una de ellas, en la noche del 28 de junio de 2014, dijo que si tenía esposo o pareja, le dijimos que no, que era soltera. Le contamos que en la casa ningún hermano tenía pareja y éramos todos solteros. Que mis padres no nos dejaron salir cuando éramos adolescentes, y que ahora vivíamos los hermanos juntos. Nos dio risa. Ella dijo que las enfermedades se producían por falta de pareja; que ella tenía 20 años más otros 20 y había conseguido un hombre joven. Le daba mucha risa.

El 29 de junio fue un día a toda prueba. La cama me seguía matando. Llegó un médico joven, bien temprano, como a las 6 y media de la mañana, y me dijo que me habían sacado un mioma grande como de 10 centímetros y que en la abertura que hicieron no cabía. Señalaba los dedos pulgar y el índice extendidos para mostrarnos el tamaño del mioma. Estaba asombrado. Le pregunté cuántos miomas tuve, me dijo que seis (6), uno grande y los otros de dos (2) y tres centímetros. Así que tenía seis heridas en el útero. Le pregunté si tenía el útero y me dijo que si, y añadió que era una mujer joven y podía tener hijos, pero debía esperar un año hasta que estuviera fuerte el útero.  Dijo que en un rato pasaba en la revista con el profesor, el doctor Morales Buenaventura.

Mi hermano dijo que no podía tener sexo durante dos años, y yo dije tampoco me puedo masturbar, pero inmediatamente me acordé de los senos, allí me puedo tocar. Nos reímos y nos acordamos que esta clínica esta llena de virgencitas, cuadros e imágenes marianas, y miramos a la pared buscando la virgencita y allí estaba un cuadro pequeño a color de la Virgen del Carmen.

El doctor Morales llegó con el médico que había pasado antes, y una médica. Parecía que ellos dos eran los residentes y el doctor morales el profesor. Le preguntó al médico cuánto liquido había eliminado y me pidió que me colocara en posición dorsal, es decir, recostada boca arriba. Me miró con el pañal y en con cara de regañó señaló al médico joven que no me debieron haber colocado pañal porque hubiera podido contaminar la herida de la laparotomia -herida en el abdomen, encima del pubis. Dijo que era preferible la toalla higiénica y que se manchara la ropa interior.  Pero las auxiliar de enfermería que me recibió el día anterior estaba feliz porque tenía pañal y no iba a manchar la cama, lo mismo dijo cuando vomité, ¿si había manchado la cama?, pero afortunadamente regué todo en la riñonera.

Acto seguido el médico me auscultó el abdomen y dijo que estaba bien. Le pregunté al doctor por cuánto tiempo era la incapacidad. Dio a entender que daba el tiempo que le permitía la EPS, eso son 30 días. Le pregunté ¿si la cita de control la agendaba por la EPS o con la clínica? Dijo que con la clínica. Dijo que caminará todo el tiempo y que no podía permanecer ni medio hora en la cama de día porque podía presentar flebitis (coágulos en la sangre que pueden ir al corazón y causar la muerte). Además de que consumiera líquidos cada hora, todo lo que pudiera. Me dijo que si me dolía fuerte, tenía sangrado como hemorragia, fiebre o me sentía muy mal, fuera a urgencias al tercer piso de la Clínica Palermo. Se fueron y nunca más volvimos a ver a los doctores para preguntarles por ¿cuánto tiempo la dieta blanda y líquida?

Después, las enfermeras entraban de turno y las de la noche se iban. Me colocaban antibiótico, plásil, ranitidina y suero como lactado de ringer o solución salina normal al 9%. Cada vez que entraban les preguntaba por cuánto tiempo era la dieta blanda que había dicho el doctor Morales, se me olvidó preguntarle a él. Ninguna sabía.

Luego el reto fue levantarme. Por fin vino una enfermera y dijo que si ya me habían bañado que me habían dado la salida. Le dijimos que no, y que no me había levantado desde el día anterior. Me dijo que me levantará como lo hacía normalmente. Me sentaron en la cama con los pies colgando, mirando el suelo. Me retiró la sonda vesical. Al fin al suelo. Pude moverme suave. Sentí un poco de alivio por qué pensé que era más doloroso. Pude hacerlo. Mi hermana se aturdió y prefirió ir por la salida. La enfermera dijo que me tenían que bañar. Les dijo a mis familiares que prepararan el agua caliente. Estaba desnuda y mi mamá bregaba, caminando de un lado al otro, para ver que podía alcanzarnos. Mi hermano me bañó. Allí pude orinar y me dolió un poco al finalizar la orina, cuando se cierra el esfínter.

Foto tomada por Marinela Niño

Empecé a caminar y faltaba la curación de la herida. Tenía espasmos o dolores en los huesos o músculos de los hombros porque había hecho fuerza con los brazos y piernas para voltearme en la cama de noche. Caminé despacito. Me mojé el interior con la gasa mojada. Después que me hicieron la curación me volvieron a vestir.  Ya estaba la salida. Solo faltaba la silla de ruedas y para la casa.

El camillero fue y dijo que a las 12 del medio día porque había pasado algo. Luego a esa hora llamaron que un familiar firmará papeles de salida.

Después

Salimos de la clínica, y yo iba como los enfermos o enfermas que aparecen en las películas y alguien los lleva a la puerta. Me quitaron la manilla de enferma y al taxi. El taxista me dio el puesto delantero. Y después hizo como mala cara, a medida que subía mi mamá, hermano y hermana. Le pareció bastante gente. Me trajo a la casa y a la 1pm ya estuve otra vez en el hogar. Mi mamá y mi hermano me subieron como si ellos fueran dos muletas, por las escaleras.

La noche fue dolorosa porque no me podía acostar en posición dorsal, ya que me dolían los músculos desde la cintura hasta el cuello, por la fuerza que había hecho para moverme en la cama cuando estuve en la clínica. Al final Samuel me acomodó la cama para que el dolor me dejara respirar y pudiera descansar. Solo dormí cuatro horas. De resto estuve despierta hasta el día tres. Ya estoy mejor. Me duele la herida pero puedo soportarlo. Me ha llegado la menstruación y me duele un poco el ovario derecho. Todavía no he cagado. Esa será la próxima prueba. Esa noche me cuido mi mamá. Mi hermano estaba trasnochado porque me había cuidado la noche anterior.


jueves, 16 de junio de 2016

Silencio o ruido

He estado en silencio porque no sé sobre que escribir. Me ha aturdido a veces la sensación de salir corriendo del trabajo y otras veces se me olvida que estoy trabajando. En este momento escribo desde el trabajo. Le robo unos momentos de mi vida al trabajo para dedicárselos a este lindo espacio. Por eso como dice Marguerite Duras: "Para que el mundo sea soportable, es necesario exorcizar las obsesiones, pero la escritura puede, tanto esconderlas como desvelarlas". Y agrega que "Escribir es tratar de saber lo que uno escribiría si uno escribiera".

He ido a cine a ver el ciclo rosa. Vi un documental sobre David Bowe y dos cortos de ficción de Antonia Baehr. Los dos últimos casi no los entendí porque eran en alemán con subtítulos en inglés. Siempre es un placer ir a cine y olvidarse de mi vida para entrar en las historias ficcionadas.

Por otros caminos,  en mi caminata hasta el inglés he visto a unos abuelitos y abuelitas que a veces hacen fila en una casa sobre la calle 17 con carrera 66 o 67 o más allá o más acá. Ellos y ellas me recuerdan mis días en el ancianato hace más de 15 años. No sé si esperan por un lugar para dormir, dinero o comida. Los vendedores de dulces o bebidas calientes se acercan y venden algo. Se nota que algunos se conocen y conversan. Y en mi regreso, en el bus, me di cuenta que en bolardo de un parque de la calle 13 con cincuenta y algo, alguien colgaba una bolsa para recoger basura. La bolsa un día fue blanca y el siguiente fue negra.

Por otro lado, mi hermano cabeza de ratón, me ha traído algunos libros para leer. Por fin leí "El gran cuaderno" de Agota Kristof. Y mi amiga MaE me prestó un libro muy bello sobre las obsesiones femeninas de Samanta Schweblin. Mi hermano ha asegurado que la historia de mi vida la escribió Marguerite Duras, espero leerlo pronto. Por el momento El Quijote, seguirá esperando. Este libro lo empecé pero otro libros le roban protagonismo.

Y el cuerpo sigue en movimiento caminando, aprendiendo fútbol sala y yoga.

¡Oh! tengo un lindo pinocho que me regaló Nina. Y a veces en la oficina se me ocurre traer mi carrito y jugar con pinocho y el carrito. Sería genial. De pronto lo traigo un día de estos y cuando no haya nadie juego con ellos. Y recibí un rica chocolatina de Paolita, desde la ciudad de las luces. Espero que los afectos continúen y no se acaben.

De noticias no se nada. Cualquier cosa que diga es especulación. He estado alejada de esta terrible y adorada realidad.